10 marzo 2006

La eterna juventud

Cuando Dorian Gray ve su retrato terminado exclama: “…qué triste es, yo me haré viejo, horrible y espantoso. Pero este cuadro permanecerá siempre joven. Nunca será más viejo de lo que es en este día concreto de junio… ¡Si pudiera ser al contrario! ¡Si fuera yo quien permaneciera siempre joven y el cuadro tuviera que envejecer! Daría…, ¡Daría cualquier cosa! ¡Sí, no hay nada en el mundo que yo no diera! ¡Daría mi alma!” Ese deseo de eterna juventud se ve cumplido, y es la imagen del cuadro la que comienza a envejecer y a reflejar la corrupción de su alma, a medida que él se entrega a una vida hedonista y sin escrúpulos. Mientras tanto, Dorian Gray sigue conservando intacta su belleza y juventud, que atesora como la mayor de sus virtudes.



Al igual que Dorian, la novia cadáver de Tim Burton es eternamente joven, está congelada en el tiempo desde que es condenada a muerte en su noche de bodas. Paradójicamente, su cuerpo sí se deteriora... aún así conserva una inocencia entrañable que le hace esperar que él la quiera.

No sé si pecaré de exceso de romanticismo, pero yo confiaba en otro final para esta película. No puedo evitar sentir pena por la novia cadáver, consciente como es de su pequeña limitación (no estar viva) y devuelta de nuevo a la tierra de los muertos. Al fin y al cabo, ¿no nos muestra Tim Burton este mundo lleno de colores y diversión, frente a la gris y lúgubre tierra de los vivos?